jueves, 24 de abril de 2008

Instantánea

Quise recortar tu foto. Borde inferior, borde derecho, borde superior, borde izquierdo. Algo estaba torcido, algo me molestaba. Volví a cortar. Borde inferior, borde derecho, borde superior, borde izquierdo.
Te miré. Aunque a decir verdad, ya no te estaba mirando a vos, miraba los bordes. No lograba que estuvieran derechos. Me puse nerviosa, ya conocés esa ansiedad que siempre me domina en momentos así. Me temblaban las manos, la tijera, la foto.
Corté otra vez pero quedó todavía peor. Tuve que seguir emparejando. Tu imagen muy arriba, como colgando del techo y abajo todo ese espacio que fue alguna vez una mesa pero que a fuerza de tijeretazos era apenas el suburbio de una pampa color madera.
Corté el borde inferior para centrar tu imagen y hacer desaparecer esa línea marrón que parecía subrayarte. La foto se había convertido en una cinta corta y ancha. Con rabia recorté los bordes derecho e izquierdo. Una, dos, tres, tal vez incluso cuatro veces, hasta que quedó parejo.
Fue entonces que me di cuenta del desorden en tu pelo. Cuando algo te pone nervioso tenés esa horrible costumbre de pasarte las manos por la cabeza una y otra vez. Decidí cortar el borde superior un poquito, casi nada, como para disimular tu despeinado. Lástima, porque tu pelo es muy lindo. Después noté la camisa verde. Sabías que no me gustaba pero igual te la ponías. Corté con cuidado hasta hacerla desaparecer.
Tu cara sin marco alguno se me vino encima. La ceja izquierda levemente alzada para poner en duda mis palabras, la sonrisa tan tacaña para mí y tan generosa para los demás, las mejillas perfectamente afeitadas porque podías estar dos horas frente al espejo aunque el mundo se viniera abajo.
Corté. Volví a cortar. Es por eso que conservo de vos sólo tu ojo derecho y un poquito de tu nariz.

1 comentario:

Verónica Bonafina dijo...

muy bueno!!!este no lo tenía