miércoles, 22 de octubre de 2008

Día peronista


Estaba de mal humor, había discutido con mi mujer y me dolía una muela, pero no me quedaba otra, tenía que ir al asado. Es un ritual que nos quedó de la época de militancia, todos los primero de mayo hacemos un asado en lo de Martín. Vos sabés, hace rato que yo no como carne, pero igual voy y le doy a la ensalada y, cuando Martín se acuerda, pone para mí algunas papas entre las brasas, aunque protesta porque no es de machos comer verduritas. La cosa es que el primero de mayo estaba ahí, escuchando hablar pelotudeces con mi mejor cara de no me jodan, puteando porque los tarados de mis amigos habían puesto la mesa en el patio. Siempre comemos afuera, qué sé yo, cosa de peronistas, amantes de las ceremonias. Yo me opuse, pero cuando estoy con mala onda nadie me da bola, así que comimos afuera. El sol era un rectánculo de medio metro en un rincón del patio y ahí nos amontonamos. Como me cagué de frío toda la tarde, a la noche tenía fiebre y odiaba a todo el mundo. Para colmo, mi mujer también se engripó y me echó la culpa a mí. Quién me mandó hacerle caso a un peronista, me decía a cada rato, como si yo hubiera tenido la culpa de que el primero de mayo estuviera nublado.

No hay comentarios: